Con el objetivo de producir partidas grandes y homogéneas de trigo blando de alta calidad, con variedades que se adapten a unas condiciones de cultivo cada vez más extremas, anticipando así las posibles variaciones ambientales causadas por el cambio climático, nace el Grupo Operativo ‘Tricabland’.
Se trata de un consorcio formado por la empresa Agrovegetal, dedicada a la experimentación, obtención y desarrollo de nuevas variedades de cultivos extensivos y a la producción de semillas certificadas; la cooperativa agrícola y ganadera San Dionisio S.C.A. de Jerez de la Frontera (Cádiz), que produce y comercializa cereales, oleaginosas y proteaginosas, y tiene una planta para la multiplicación de semillas certificadas; Cooperativas Agroalimentarias de Andalucía, federación que ampara a 640 cooperativas y a más de 300.000 agricultores y ganaderos; la empresa Harinas Sánchez Palencia, con más de 90 años de antigüedad y con instalaciones en las provincias de Huelva y de Cádiz, y el departamento de genética de la Universidad de Córdoba, que tiene una larga trayectoria en la investigación sobre los genes responsables de la calidad de los trigos. Además, este proyecto cuenta con la colaboración del Ifapa y de las cooperativas Coesagro (Écija, Sevilla) y Campo de Tejada (Escacena del Campo, Huelva).
La asignatura pendiente en Andalucía sigue siendo la puesta en valor de partidas grandes y homogéneas de variedades de trigo blando con alta proteína y harinas de fuerza o media fuerza, tal y como hacen los principales países exportadores.
Cabe recordar que España es deficitaria en la producción de trigo blando, por lo que cada año se tienen que importar aproximadamente cinco millones de toneladas, esto es, un 50% del consumo total aproximadamente.
La mayor parte son trigos panificables procedentes de Rusia, Ucrania y Reino Unido, aunque también se importan trigos de alta calidad (mejorantes de alta proteína) procedentes de otros países como Canadá, Estados Unidos o Francia.
Producción versus calidad
En el campo andaluz, la mayoría de los agricultores se decantan por la productividad en detrimento de la calidad. Así, siembran principalmente variedades de tipo panificable (clasificadas según la calidad como Grupo 3) que aportan muchos kilos como Artur Nick, y recientemente, de tipo galletero (Grupo 4) como Tocayo, por lo que escasean las partidas grandes y homogéneas de alta calidad (correspondientes a los Grupos 1 y 2).
Por ello, este proyecto está ya trabajando en la consecución de dos claros objetivos. Por un lado, la producción de trigo blando de alta calidad con variedades que se adapten a distintos escenarios motivados por el cambio climático. Y por otro lado, en el desarrollo de una herramienta digital basada en el análisis de imágenes para medir de forma objetiva la severidad de las infecciones de roya en las diferentes variedades de trigo.
Respecto al primero, el consorcio ya viene trabajando en ensayos de campo que permitan medir la productividad, el valor agronómico y la calidad harinera de la cosecha de diez variedades de trigo blando en cinco localidades de Andalucía, cuatro en condiciones de secano y una en regadío, tarea que se ha realizado ya en la campaña 2023-2024 y que se repetirá en la de 2024-2025.
De estos ensayos se seleccionarán las variedades de mayor calidad harinera y que puedan competir con las de los principales países exportadores. El estándar de calidad de las nuevas variedades consiste en valores de fuerza y media fuerza superiores a 300 y 200 respectivamente, lo que unido a una excelente clasificación en cuanto a porcentaje de proteína y peso específico las harán competitivas frente al mercado importador.
Este proyecto, además, supone una oportunidad para reducir las distancias entre el campo y los puntos de consumo de trigo de alta calidad. Es decir, permitiría contar con superficies de cultivo y producción suficiente en zonas próximas a las industrias harineras andaluzas. De este modo, el sector contribuye a la reducción de las emisiones e impulsa una producción cerealista más sostenible.
En cuanto al segundo objetivo, Tricabland trabajará en el desarrollo de una tecnología para medir, de manera objetiva, el vigor y la resistencia a las royas (amarilla, negra y de la hoja) entre nuevas variedades de trigo, ya que el sistema habitual de medición es por una estimación visual de la superficie del suelo o de la hoja, lo que conlleva un alto grado de subjetividad.
Para poder tener medidas más fiables, en el proyecto se utilizarán dos nuevas herramientas como son el programa de análisis de imágenes recientemente desarrollado en el centro Ifapa Alameda de Obispo y utilizado en sus trabajos científicos de caracterización de resistencia a enfermedades, y por otra parte, la aplicación ‘CAN EYE’, un software libre desarrollado por el INRA (Instituto francés de investigación agronómica).
Tricabland (Producción de trigo blando de alta calidad en Andalucía) cuenta con un presupuesto superior a los 260.000 euros y está financiado a través de los Fondos Europeos Agrícolas de Desarrollo Rural (FEADER) y cofinanciado por la Consejería de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía en la convocatoria para el Funcionamiento de Grupos Operativos Regionales de la Asociación Europea de Innovación en Materia de Productividad y Sostenibilidad Agrícola (EIP AGRI) de 2022. Este proyecto prevé su finalización en junio de 2025.